Margaritas en los altares: Beata María Rafols Bruna
Beata María Rafols Bruna
(Villafranca del Penedés, Barcelona, 1781-Zaragoza, 1853)
Hija de un molinero, tras fallecer su padre, en 1794 ingresó en el monasterio femenino de San Gervasio, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén.
En 1803 conoció al Padre Juan Bonal, que seria durante muchos años su director espiritual.
El 28 de diciembre de 1804 se incorporó en Zaragoza a un grupo de doce hermanos y doce hermanas reunidos por el Padre Bonal para hacerse cargo de los servicios del Hospital de Nuestra Señora de Gracia. La hostilidad con que los hermanos varones fueron recibidos hizo, no obstante, que muy pronto desapareciera la hermandad masculina.
Junto al P. Bonal fundó la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana para ocuparse del cuidado de los enfermos.
Al comenzar la guerra de la Independencia el papel de las hermanas fue muy destacado. Tras el primer sitio de Zaragoza, el hospital quedó en ruinas y la Madre Rafols, dando pruebas de una gran caridad y heroísmo, se ocupó de realojar a los 6000 enfermos en diversos edificios oficiales y privados, solicitando todo tipo de ayudas, incluido al ejército sitiador. Junto a ello se preocupó de rescatar objetos religiosos y artísticos que corrían el riesgo de ser destruidos.
Al terminar el primer sitio y retirarse los franceses, los más de 4000 heridos y enfermos se trasladaron a la Real Casa de Misericordia, pero pronto comenzó un nuevo asedio, acompañado de epidemias de peste. La Madre Rafols se desvivió por asistir a los enfermos y atender también a los prisioneros e interceder por ellos.
Tras la marcha de los franceses, y después de haber pasado un tiempo en Daroca y haber abandonado su cargo, en 1813, volvió a dirigir la inclusa o Asilo-Cuna del Hospital que cuidaba a los niños huérfanos o sin hogar.
En 1826 fue elegida de nuevo superiora hasta 1829.
En 1834, al inicio de la Primera Guerra Carlista, fue ingresada en la cárcel de Predicadores acusada de complicidad en una conspiración carlista contra la usurpadora (hecha regente) María Cristina de Borbón e imputada por alta traición. Fue recluida dos meses en una cárcel donde confinaban a personas acusadas por la Inquisición. Dos meses después fue puesta en libertad, y al año siguiente obtuvo sentencia eximiéndola de culpabilidad, pero fue desterrada a su pueblo natal. El destierro de seis años lo pudo cambiar por Huesca. En 1841 fue autorizada a regresar a Zaragoza y volvió al hospital destinada a la inclusa.
En 1845 se retiró por causa de su mala salud y pasó una temporada en Belver de Cinca,Huesca. Durante sus últimos años redactó escritos espirituales. Falleció en Zaragoza en 1853, próxima a cumplir 72 años y tras 49 de Hermana de la Caridad. Sus restos se veneran en la capilla del Noviciado de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana de Zaragoza.
Su causa de beatificación se abrió en 1926, pero en 1944 Pio XII suspendió el proceso al firmar un “dilata” con el que se mantuvo frenado por casi cuarenta años. En ello tuvo mucho que ver el que desde 1922 -siete décadas después del fallecimiento de la fundadora- la entonces maestra de novicias de la Congregación, llamada María Naya Bescós, había comenzado a introducir algunas adiciones de su propia cosecha en los escritos de la fundadora. Con la llegada de la Il República se difundieron nuevos escritos proféticos atribuidos a la madre Rafols, asegurándose que habían sido escritos por la monja en 1815 y 1836 pero que, por la voluntad divina, habían permanecido ocultos hasta entonces. Recogían las visiones que la religiosa había tenido del Corazón de Jesús, quien le anunció que la Iglesia católica de España iba a sufrir persecución, incluido el incendio de conventos e iglesias,como de hecho se había producido a poco de proclamarse la República.
Estas profecias fueron ampliamente difundidas, llegando a editarse decenas de miles de copias de los mismos, con más o menos fidelidad a los escritos originales de la Madre Rafols, que en su versión genuina y original se editaron por el jesuita Demetrio Zurbitu Recalde como "Escritos póstumos de la Sierva de Dios María Rafols", en Santiago de Chile en 1933.
Aclarado lo que eran los verdaderos escritos de la madre, el 4 de diciembre de 1980 Juan Pablo II autorizó la reanudación del proceso, y años después, el 16 de octubre de 1994, la Madre Rafols fue beatificada por Juan Pablo II.
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